lunes, 8 de noviembre de 2010

Revolucion Méxicana, hace 50 años y ahora

A la presidenta de Argentina y a todos los latinoamericanos

dolidos por la pérdida de Néstor Kirchner



Ahora que la Revolución Mexicana ya no puede ser reclamada como “su” patrimonio o sustento ideológico por partido político alguno (porque el PRI, que decía tener la franquicia, hace mucho que se corrió a la derecha), aquel movimiento armado de cuyo inicio se cumplirá un siglo este 20 de noviembre, parece haber quedado en una efeméride.

Al ser entregadas estas líneas para su publicación, no había noticias de que el gobierno federal en turno -sin afinidades con aquella gesta social- fuera a celebrar con algún acto central relevante el centenario en su fecha exacta.

Parece que sólo habrá un espectáculo de teatro urbano y una ceremonia en Palacio Nacional para entregar el Premio Nacional del Deporte, además de los festejos organizados en diversas entidades del país. San Luis Potosí ya reclama un reconocimiento específico porque allí fue firmado el Plan con que Francisco I. Madero convocó a la lucha armada contra el gobierno de Porfirio Díaz.

Sabemos que la fecha del 20 de noviembre es incómoda para el gobierno federal ahora que el PAN está en el poder, y lo vimos desde que al Instituto de Estudios Históricos de Revolución Mexicana le cambiaron este nombre por el de “las Revoluciones de México”, que como única novedad en su sitio web tiene una esquela por la muerte del historiador Friedrich Katz.

Hace medio siglo, cuando la Revolución “hecha gobierno” ya oscilaba entre la credibilidad y los cuestionamientos por la centralización y autoritarismo del poder, tocó encabezar los actos con motivo del cincuentenario de la revuelta maderista al presidente Adolfo López Mateos, quien apenas dos años antes había superado en las urnas al entonces candidato del PAN y hoy ganador de la Medalla Belisario Domínguez, Luis H. Álvarez.

Según Soledad Loaeza (La Jornada, 30-IX-10), “A diferencia de lo que ocurre ahora”, en 1960 “el gobierno federal se concentró en la conmemoración de la efeméride revolucionaria” y “el presidente inauguró un gran obra pública cada mes”, incluidas “Estaciones de ferrocarril, termoeléctricas, mercados, hospitales, escuelas, avenidas, puentes, pasos a desnivel” y la unidad habitacional ‘Independencia’, del IMSS.

Gustavo Casasola también ayuda a nuestra memoria cuando, en su Historia Gráfica de la Revolución Mexicana (Trillas, 1992), menciona los actos del 20 de noviembre de 1960. En esa fecha fueron reinhumados en el Monumento a la Revolución los restos de Madero que estaban en el Panteón Francés, en presencia del presidente y seis ex presidentes de la República, con el secretario de Gobernación Gustavo Díaz Ordaz como orador; el Congreso de la Unión llevó a cabo una sesión solemne, y López Mateos inauguró un monumento a Madero frente a Los Pinos, el mismo que ya está dentro de esa casa presidencial desde que le quitaron al esparcimiento popular parte del bosque de Chapultepec.

Por supuesto, también tuvo lugar por las calles de la capital el desfile deportivo que hubo desde 1930 hasta 2005, y que suspendió Vicente Fox al año siguiente.

(Y en 1961, cuando se celebró el cincuentenario del Plan de Ayala, ALM fue declarado “El zapatista número uno de México”. Era parte del ritual priista).

Asimismo por el aniversario de la revolución maderista, el Fondo de Cultura Económica publicó en cuatro tomos la obra ‘México, 50 años de Revolución’, tal vez “para ofrecer una legitimación histórica del régimen basada en los resultados obtenidos por el sistema político a lo largo de medio siglo”, según opinión del director del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, Guillermo Hurtado, en su ensayo ‘Historia y ontología en México: 50 años de revolución’.

El PRI –“el partido que nació de la Revolución Mexicana”, según su propia revista ‘Confluencia XXI’ de este trimestre- parece estar volteando ahora hacia sus pretendidos orígenes ideológicos para “traer al presente lo mejor del pasado sin la pesada carga de lo negativo”, y plantea la necesidad de “meditar sobre el gran acontecimiento” que fue aquel movimiento armado porque, “Cien años después, en un escenario nacional particularmente violento, se desarrolla un festejo gubernamental mas ocupado en festejar las efemérides y lo vernáculo que en la reflexión sobre el presente y la enseñanza para lo que sigue y lo que vendrá”.

Ahí están los datos; juzgue usted.

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