martes, 30 de noviembre de 2010

A César Camacho

En memoria de don Mariano Camacho Vilchis
En el contesto existencial de los seres, alfa y omega conforman una simbiosis.
Principio y fin, expresan una concepción de la persona. En esta encarnación, la historia de un hombre deja de ser profana y se convierte en sagrada por el afán de perfección.

Es así, como concebimos –fundamentalmente- el ser de nuestros padres. Mismos que son ser en el tiempo. Y ser en el tiempo es ser para la muerte.

No obstante ello, como hijos, no podemos escapar de la angustia existencial que es la separación de su contorno, misma que al darnos cuenta de, al padecerla, nos convierte en indigentes.
Sin embargo, al brindarnos el ser, nos dieron la independencia de su recinto, y al serlo, y no ser simultáneos sino recíprocos, logran la trascendencia.
En esta forma, a través de ti y los tuyos, don Mariano Camacho Vilchis, -ahora- en su escindecia inespacial se convierte en conciencia moral. 

Hoy, no habrá más que objetivarlo, ya que en este desglosamiento del hombre y su periplo, da su razón de ser; y en éste la realización cabal de su destino, mismo que con la conciencia de, por su naturaleza mental -sin duda- hubo de dominarlo.

Así, en un doble nexo, el del hombre respecto al mundo y el de éste respecto al hombre, –por su logos y armonía- su biografía será una constante referencia, por lo que habrá de manifestarse siempre, como una hazaña moral de una existencia.

César, como amigo tuyo, te comentó que la inequidad de la temporalidad no me permitió acompañarte en el momento de mayor requerimiento; sin embargo, te refiero que, en un abrazo comparto tu dolor que también me pertenece. 

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