En la víspera del inicio del 2010 el presidente municipal de Acapulco, Manuel Añorve, podía presumir que la carretera que lo conduciría a la gubernatura de Guerrero, estaba perfectamente pavimentada. Junto con su familia, se paseaba por el club de Yates en una permanente campaña que le hacía sentir "el Peña Nieto, del Pacífico".
Los resultados de gobierno de Zeferino Torreblanca incentivaban la precampaña de Añorve, a quien sus allegados le hacían sentir que tanto la renuncia a la alcaldía de Acapulco como el periodo de campaña para la gubernatura, eran un trámite que había que cumplir, si no es que, de plano, unas vacaciones por el estado.
Ayer, el ex alcalde de Acapulco ofreció una conferencia de prensa -dijo-en su calidad de "padre de familia". Abandonó el tono triunfalista de la víspera cuando como parte de su estrategia mediática anunciaba que había obtenido la votación mayoritaria en las elecciones por la gubernatura de su estado.
Hoy le queda, como argumentan todos quienes están incapacitados para aceptar con honor la derrota, pelear en los tribunales lo que no pudo ganar en las urnas electorales.
Tanto en lo personal como en lo que se refiere al PRI, la derrota de Añorve deja grandes lecciones que no tienen desperdicio.
La primera es que la soberbia siempre es una mala consejera. No hay enemigo pequeño. El candidato derrotado del PRI menospreció todo el tiempo a su adversario político Ángel Heladio Aguirre Rivero, quien recibirá de Torreblanca la estafeta que Añorve creyó asegurada.
"Seré una oposición responsable", dijo Añorve, quien aseguró estará con su familia y realizará un recorrido por todo el estado para agradecer, personalmente, el trabajo y la confianza que le depositaron a lo largo de su campaña.
"Hoy cierro la etapa de candidato para la gubernatura del estado. Vengo en calidad de padre de familia".
Acusó al gobierno de la Ciudad de México de gastar en los comicios de Guerrero, y señaló que hubo delegados, diputados y funcionarios que impulsaron la compra de votos; y que se rompieron todos los límites de la ley.
Añorve le congeló la sonrisa al PRI y sus principales líderes perdieron. Quién sabe si hasta el ex presidente Ernesto Zedillo siga creyendo que en el 2012 el PRI recuperará la Presidencia de la República.
Perdió el senador Manlio Fabio Beltrones, de quien Añorve fue secretario particular. Abandonó sus brazos (los de Manlio) y se fue a los de Enrique Peña Nieto, de cuyo gobierno -acusó la coalición "Guerrero nos une", de Aguirre- se recibieron recursos para fortalecer la campaña priista en Guerrero.
Perdió Beatriz Paredes, perdió Beltrones y perdió Peña Nieto. Todo, por supuesto, por la contundente derrota de Añorve.
Peña Nieto tuvo que comentar la derrota y decir que, ojalá, el PRI se mantenga unido y cohesionado para enfrentar las elecciones del 3 de julio en el estado de México. "Este es el valor más importante que debemos tener en cuenta", agregó.
"La lección está en que tenemos que cuidar la unidad del partido, actuar con madurez, propiciar que al interior del PRI haya respeto a las distintas expresiones, valorar a las mismas, impulsar proyectos incluyentes y evitar a toda costa la división y la fractura". Reconoció el triunfo de Ángel Aguirre en Guerrero a quien incluso felicitó.
Añorve hubiera escuchado a Peña Nieto, pero es tarde. Quedó mal con él, con Beltrones y con Beatriz. Seguramente Humberto Moreira, quien dirigirá al PRI a partir de marzo, no lo tendrá considerado para formar parte del Comité Ejecutivo Nacional.
Guerrero ya es historia y experiencia.
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