jueves, 13 de enero de 2011

Disputa Violenta

La naturaleza humana es esencialmente egoísta y utilitaria, cada ser lucha por su propia subsistencia, por la satisfacción de sus propios intereses, lo que inevitablemente le lleva a la confrontación permanente con otros seres humanos.
Por ello, tan antiguas como la historia de la humanidad, la violencia y la cosa pública han ido de la mano, acompañándose simbióticamente, como lapas recíprocas que no pueden separarse porque se requieren mutuamente.

JOSE SARAMAGO en su novela Caín, refiere que el vínculo inicia desde los tiempos de Abel y su hermano, cuando este último recurre a la violencia fratricida por no obtener el favor divino para hacerse de poder o posición de ventaja.

Ahora bien, en la disputa violenta por el poder, gobiernos o partidos la utilizan para obtenerlo o conservarlo El teórico militar alemán CARL VON CLAUSEWITZ afirmó que la guerra no es sino la continuación de la política por otros medios, frase que ha acompañado a soldados y generales en batalla, y a políticos en sus campañas electorales.

El uso y el abuso de la fuerza militar con fines electorales están bien documentados, y si bien con frecuencia pueden tener resultados desastrosos para quien lo propicia -como en los casos de NIXON y CARTER-, también puede dar una patente de corso a un mandatario que tal vez de otra manera no tendría mayor futuro, como en el más reciente caso de GEORGE W. BUSH.

En cuanto a México, hasta antes de 1994, los ciudadanos optamos por cerrar los ojos y considerar que los actos de violencia en este país de estabilidad económica e institucional, eran simplemente una mala racha; sin embargo, la acumulación de actos violentos nos mostraron con crudeza que la violencia ocupaba un lugar dentro de las medios predilectos para disputar el poder económico y político.

La historia más reciente nos muestra, que las cosas no sólo no mejoraron, sino que hemos alcanzado una situación profundamente más compleja.

Lamentablemente, hoy, resultado de una irresponsable conducción de los asuntos públicos, dentro y fuera de las instituciones de gobierno, vivimos en una nación acosada por múltiples formas de violencia.

La intolerancia, característica de la naturaleza humana, se ve acrecentada cuando el discurso político promueve las divisiones y ensalza las diferencias, cuando se busca más denigrar al contrincante que afirmar lo positivo propio.

En la disputa por el poder político, resulta muy fácil cruzar la línea invisible que separa la verborrea de la incitación, a la violencia. La arenga, las descalificaciones verbales, las argucias y trucos, así como la enana ambición en el oficio de aprendiz de hechicero –por parte de miembros del gobierno o dirigentes de partidos políticos-, puede tener ecos lamentables.
Sin duda, por ello, recientemente, señaló tajante el gobernador del Estado de México, ENRIQUE PEÑA NIETO, que los gobiernos son para servir y los partidos para competir.
Hagamos votos por que la vida política mexicana y la sociedad no sean tan pasivas y tolerantes ante la violencia que nos ha invadido. No olvidemos que el futuro del país está en juego.

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