miércoles, 5 de enero de 2011

2011, Bifurcación

Al concluir el 2010, e iniciar la segunda década de este Siglo XXI, permítanme recordar a Kant, quien decía que “como el camino está sembrado de espinas, Dios ha dado al hombre tres dones: la sonrisa, el sueño y la esperanza”.


Aristóteles señalaba que “la esperanza es el sueño del hombre despierto”.

Para quienes nos dedicamos al análisis político es usual que al cerrar el año hagamos un balance de lo aprendido y lo incorporemos a nuestras previsiones de lo que viene.

No quiere decir que las lecciones sean eternas y que estén destinadas a repetirse hasta el infinito como si fuesen leyes de la física. Son lecciones, nada más, para quienes analizamos la realidad del país y para quienes toman decisiones en política.

Hay muchas cosas que eran casi una certeza al comenzar el 2010, sin embargo, la realidad se encargó de matizarlas, o complementarlas

Transitamos por un camino que topará con una bifurcación en el 2011: sea que nos vayamos por la ruta de la demolición del ánimo y la exacerbación de nuestros problemas o bien que optemos por el camino de enfrentar esas dificultades precisamente, con un temple creativo.

Una y otra vez los mexicanos nos hemos demostrado que las adversidades y el tiempo nublado no son suficientes para avasallarnos ni abatirnos. Invariablemente salimos airosos y fortalecidos. Parte de ello se lo debemos a la estructura social que nos caracteriza, basada en la célula fundamental de la familia y en un valor supremo como lo es el de la solidaridad.

Entendámoslo. El poder público es uno de los elementos del Estado, pero no lo suplanta ni es sustituto de la fuerza, organización y valía de su población.

Mucho acaparan los políticos en la vida pública de México y mucho, también, desprecian la fuerza de los ciudadanos para hacer su parte.

La trampa está en que depende de los partidos políticos dar el paso para transferir una porción de ese poder público a la ciudadanía. Pero ese tranco representa renuncias evidentes e inmediatas a intereses personales o de grupo que no están dispuestos a ejecutar.

El cálculo político hoy impide ir adelante con reformas estructurales que podrían darle mucho mayor vigor a la economía y a la generación de empleos.

No tiene México la figura del referéndum, ni la del plebiscito, ni la reelección de legisladores o alcaldes, ni la segunda vuelta presidencial, ni candidaturas independientes, ni iniciativa preferente para discutirse en el Congreso federal, y su parlamento es numeroso y ha desvirtuado su razón de ser.

Nuestro actual sistema político no ha podido instituir la eficacia elemental que permita lograr conjuntar la diversidad para inyectar un sentido de propósito. Es importante resaltar que sin esa aptitud, lo que actualmente consideramos como democracia, tan sólo es política paralizada.

2010 deja como enseñanza el agotamiento de las formas social y política, así como una profunda ruptura ética que fractura al país, lo cual ha provocado que se enquisten las peores formas de violencia, ilegalidad y mal gobierno.

El pasado conspira disfrazándose de demócrata, por lo tanto, es necesaria y urgente una Agenda para México.

Ahora bien, en este tiempo de reflexión, no olvidemos que el bien, por misteriosa ley universal, acaba por prevalecer siempre sobre el mal. Esta no es una ilusión ingenua, ni vana quimera engañosa.

Por lo tanto, sinceramente, espero que este año nuevo nos encuentre a los mexicanos unidos en la sonrisa, el sueño y la esperanza.

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