lunes, 31 de enero de 2011

Textos en libertad Rumba y cuencos tibetanos

Es cierto, como lo indica el concepto que acuñó el catedrático de la UNAM Froylán López Narváez, que “la rumba es cultura”. Todos los ritmos, toda la música, son expresiones culturales. Y no sólo eso. Desde la melodía más primitiva hasta la más estridente, tienen efectos sobre el ánimo, el espíritu y la salud humana, como muchos lo habrán comprobado cuando escuchan cantos gregorianos o, menos conocido en México, cuando suenan los cuencos tibetanos y nos alivian del estrés y la ansiedad.

En las grandes urbes tenemos la oportunidad de acudir tanto a sitios donde la rumba sigue siendo cultura (porque la salsa “no existe”, según el propio Froylán), como a salas musicales para escuchar a una sinfónica o una ópera.

Pero nos detendremos en el tema de los cuencos, porque pese a ser éstos, expresiones de una civilización tan antigua como la del Tíbet, es algo novedoso en México donde poco se sabe al respecto a pesar de su difusión por parte de una compatriota que se ha especializado en el tema.

En efecto, la presidenta del Centro Mexicano de Sonoterapia, Patricia Puente Fuentes (www.saludyconciencia.mx), es una erudita con certificaciones importantes en terapia cuántica, tanatología y desde luego sonoterapia, cuya actividad es rara y atractiva a la vez..
Su trabajo tiene un sustento científico. De acuerdo con diversas fuentes (neuroacoustic.com, gaynoroncology.com, cymaticsource.com, soundhealingcenter.com, collegeofsoundhealing.co.uk), los sonidos “fascinantes y etéreos” de los cuencos tienen como función primaria lograr una influencia en cuerpo, mente y alma. La cimática (estudio de las ondas) ha probado cómo la vibración del sonido puede armonizar la materia.
Por eso los sabios orientales desde hace siglos usan ese recurso como un apoyo en la meditación, relajación, armonización y desbloqueos energéticos. Actualmente son ya reconocidos y empleados en el mundo occidental como una poderosa herramienta para la salud.

En el caso de los tibetanos, sus cuencos son vasijas circulares de cristal de cuarzo puro que, al ser rozadas en forma suave con una vara especialmente diseñada, emiten esos impulsos sonoros de alta calidad terapéutica, para armonizar los campos sutiles y la memoria celular, y crear a través de vibraciones, estímulos que activan el funcionamiento del sistema inmunológico.

Dicen las fuentes referidas que la NASA ha evaluado los sonidos de estos cuencos por medio de instrumentos que miden el espectro de alcance que posee la vibración, y ha encontrado que abarcan un campo de ocho kilómetros de extensión y que su frecuencia vibratoria se equipara a la captada por el telescopio espacial Hubble en los anillos de Saturno, así como en diversos planetas y estrellas. En la Tierra, esa frecuencia es comparable con la emitida por delfines, grillos y cantos armónicos.

Resulta que por ello estos cuencos se emplean para la terapia de sonidos (sonoterapía), en casos como estrés y ansiedad, y para mejorar la concentración, incrementar la creatividad, equilibrar los hemisferios cerebrales, restablecer el equilibrio del sistema endocrino, estimular la actividad de las ondas alfa, aumentar la energía por medio de la estimulación del líquido cefalorraquídeo y coadyuvar a fortalecer a pacientes con enfermedades tales como cáncer, VIH, diabetes y otras.

Suena interesante. Y habrá una oportunidad de comprobarlo cuando, el próximo domingo 30 de enero, Patricia Puente ofrezca un concierto terapéutico de cuencos tibetanos y de cuarzo en algún lugar de este México tan aguerrido y estresante; la buscaremos. (antonio.aspiros@gmail.com)

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