domingo, 19 de septiembre de 2010

México Sufre

Con los 200 años de vida independiente, el pasado 15 de septiembre acudimos a la cita con la historia. A un bicentenario de la arenga del cura Hidalgo que cada año congrega a millones de mexicanos en infinidad de plazas públicas a lo largo y ancho del país, México sufre.

A pesar de problemas y agobios, del ánimo triste y deprimido del país, la gente que sí decidió celebrar, con ganas de gritar ¡Viva México!, no faltó.

Días antes, la discusión era ¿por qué celebrar si tenemos un país bañado en sangre?

Sin embargo, esa no fue razón suficiente para dejar de exaltar el acontecimiento, ya que esa es una fiesta popular, cívica, patriótica que da identidad; brinda el orgullo por ser mexicanos y al entonar el Himno Nacional, sentir que la voz propia se suma con millones más.

No obstante ello, a 200 años del inicio de nuestra lucha libertaria, como generación, tenemos multitud de pendientes con nuestros hijos.

Sigue predominando una oprobiosa desigualdad y el sistema otorgando sinnúmero de privilegios a un sector pequeño, pero hegemónico. Nadie renuncia a perder un centímetro en sus privilegios. Pero eso sí, todos exigen que se haga la voluntad de Dios “en los bueyes de mi compadre”.

Parece no haber capacidad para sobrepasar la coyuntura y las rencillas de facción, pera levantar la mirada por encima de la descarnada lucha por el poder y tener una vista panorámica que podamos compartir para vislumbrar un cielo claro frente a la tormenta que amenaza mucho.

En otra época las cosas pudieron haber sido iguales o más complicadas que ahora. Sin embargo, mexicanos de otros tiempos asumieron compromisos pensando en algo que hoy pareciera que nadie cavila o si lo pondera, se hace de manera unilateral.

Como si no tuviéramos retos descomunales, los partidos políticos –a través de los legisladores- anteponen su agenda al bien común. En ese juego de saberse más poderoso, el debate actual, es acerca de cómo evadir la culpa y no sobre asumir responsabilidades; están estancados en discusiones ociosas, en un proceso perverso en el que resulta más redituable obstruir que construir. En un momento en que precisamente deberían estar entregando lo mejor al pueblo de México, están en una lucha para ver quién puede ceder más.

Disputan por el poder, del cual se han cobijado las cuatro lacras que han acompañado a nuestra historia: autoritarismo, injusticia, corrupción e impunidad.

La respuesta está en la inexplorada idea de cooperar en lugar de prevalecer sobre el resto. El diálogo y la voluntad política es lo que requiere un país que está sumergido en el miedo y la desconfianza. La voluntad política es la que permite que los aciertos y los errores se asimilen de la forma adecuada, no se entiende una forma distinta y más eficaz para analizar los problemas y generar soluciones.

La noche del 15 de septiembre, en tierra mexiquense, el gobernador ENRIQUE PEÑA NIETO, pronunció un discurso. Una frase afortunada dio la nota cuando dijo que “entre mexicanos no hay guerras que declarar, sino problemas comunes que resolver”.

Consideramos que ahora cuando vamos por los 300 años, es oportunidad perfecta para tener una clase política más dispuesta a una apertura que haga del acuerdo la única vía para dirigir el país, porque en esa deficiencia están gran parte de los problemas que México ha arrastrado por años.

Ojala que la reflexión profunda respecto a nuestro pasado y presente permitan construir un futuro mejor.

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