domingo, 20 de febrero de 2011

Treinta y cinco mil muertos, no son muchos ni son pocos.

Hubo recientemente en México el intento de producir una película que reflejara la insensibilidad y la costumbre que hemos desarrollado los mexicanos frente a los abusos y frente a las tragedias.

A veces en broma, pero muy en serio, en reuniones sociales se limita la narración de hechos delictivos (secuestros, chantajes, asalto a mano armada por robo de auto o de casas) a "uno por familia”.

No se conocen estudios fiables o verídicos acerca de la cantidad de delitos que se cometen en el país.

Un afamado cineasta trabajó con un excelente equipo de profesionales mexicanos para llevar al cine la ola de crímenes que han ensangrentado al país en una batalla, cruzada, lucha o guerra contra el crimen organizado.

El cineasta, después de muchos meses, se sorprendió de la insensibilidad o la dureza de piel de los mexicanos. Se entera un vecino de una masacre en el barrio o la casa de al lado y su único pensamiento es "a mi no me ha tocado".

Quienes tienen los recursos para contratar servicios personales de seguridad, como escoltas, guaruras, guarros o asistentes, desarrollan una deformación de conducta que los obliga al abuso constante de ellos y la gente a su servicio.

No hay diferencia en esta conducta de funcionarios públicos o particulares cuyos "convoyes" van por las calles agrediendo física y emocionalmente a quienes se topen con ellos.
Se ha vuelto caricaturesco el despliegue de quienes, atrapados por el miedo, circulan atropellando el espacio de los demás, mientras el "jefe" habla por celular o tuitea en la blackberry.

Es de sobra conocida la cifra de 35 mil muertos en los últimos cuatro años por la lucha o guerra al crimen organizado y el narcotráfico. Desde cualquier estadística se trata de una cifra alarmante, espeluznante. Solo habría que considerar que ese mismo número de familias ha sido afectado por el luto y la pena.

Sin embargo, los números son fríos si no se les compara o se hacen equivalencias.
Por eso el líder del Senado, Manlio Fabio Beltrones, advirtió que, a ese ritmo, en casi dos años que restan a esta administración, las muertes en esta guerra pueden llegar a 50,000, lo que nos convierte en "un Vietnam".

La respuesta del gobierno no se hizo esperar. El secretario de Acción de Gobierno del PAN, Juan Molinar Horcasitas, que hasta hace poco dejó de formar parte del gabinete calderonista para reforzar al partido en el gobierno y dar continuidad al sistema, protestó y entre desacreditaciones y denuestos contra Beltrones, advirtió que México no se vietnamizará porque en aquella guerra hubo tres millones de muertos.

Lo que resalta, mas allá de la crudeza de las cifras que pueden parecer mucho o poco, depende de la comparación, es la insensibilidad y lo inútil del planteamiento de Molinar Horcasitas.
Puede uno entender que para Molinar Horcasitas las cifras resulten relativas. No es la primera vez que, ante la muerte, los números adquieran esa relatividad.

Ya en el 2007, cuando recién dejó la dirección del Seguro Social lamuerte de varias decenas de niños calcinados en una guardería autorizada por su administración lo hizo actuar como si tampoco esa cifra representara mucho o poco.

"Cuestión de enfoques", diría el publicista. No son todavía, en efecto, tres millones de muertos como aduce Molinar ocurrieron en Vietnam.

Son apenas 35,000. Para unos son muchos, para otros todavía pocos. Matices de sensibilidad frente a la sangre, al dolor, a la guerra, al miedo.

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