jueves, 3 de marzo de 2011

Marzo, mes crucial para el PRD

En este mes la temperatura del Partido de la Revolución Democrática (PRD), se habrá de elevar a un punto de riesgo para su salud. Y no es que sea precisamente su buena condición la característica de este instituto político, pues desde hace mucho tiempo varios son los males que padece y contra los cuales no ha podido encontrar la medicina para superarlos, pero es el caso que los términos fatales han alcanzado al PRD. En efecto, en este mes de marzo se vencen los plazos para la definición de dos de los grandes temas que dividen la opinión de este partido: la renovación de su dirigencia nacional y la consulta sobre sus alianzas en el Estado de México.

En el caso del cambio de su dirigencia, los forcejeos han estado a la orden del día, y como se ven las cosas pareciera que una vez más este proceso presagia una fractura. Y es que, por una parte el grupo de los “Chuchos” no está dispuesto a perder el control del partido, mientras que por la otra, el llamado G-8, que aglutina a las corrientes opositoras en el seno de ese instituto, hará todo lo que sea necesario para hacerse de la presidencia del partido y poder enderezar su estrategia con rumbo al 2012.

Ya desde finales de 2009 las diferencias entre estos dos grupos habían puesto en jaque la presidencia de Jesús Ortega al grado de demandar, en diciembre de 2010, su salida anticipada. (El período de Jesús Ortega al frente del PRD vence en diciembre de 2011). Una negociación, con la participación de notables de la izquierda, permitió salvar su permanencia hasta marzo de este año, y evitar la fractura del partido.

El grave dilema del PRD es no encontrar quien pueda lograr conciliarntereses y corrientes tan divergentes y tan poco dispuestas a la negociación. Quien contaba con el consenso para ocupar la presidencia del partido, Lázaro Cárdenas Batel, declinó el honor, acabando con una expectativa surgida sin tomar en cuenta su opinión. Su negativa dejó sin alternativas y sin tiempo para realizar los preparativos necesarios para el proceso de elección de la nueva dirigencia, que se fueron difiriendo con una negligencia que podría suponer cierta intencionalidad, si tomamos en cuenta que el cambio debe ocurrir el 19 del presente mes. La presión para que se cumpla con la fecha acordada, sumada a la improvisación que supone un proceso de elección sin preparativos no permite augurar un final feliz.

El otro gran tema es la consulta sobre las alianzas de este partido con el PAN en vistas a la elección para gobernador en el Estado de México. Tema polémico que divide a los dos grupos perredistas y que no vislumbra la posibilidad de algún acuerdo. Mientras que Jesús Ortega encontró en estas alianzas una tabla de salvación para su dirigencia, no obstante las profundas diferencias ideológicas y programáticas que existen entre estas dos organizaciones, para los G-8 esa coalición genera mucha tensión, le ha provocado pérdida de credibilidad al PRD y acelerará “muchas solicitudes de licencia”.
El balance de estas alianzas para el PRD es pobre. En realidad, el más beneficiado ha sido Acción Nacional, sin embargo para Jesús Ortega no haberse sumado al PAN le hubiera significado un alto costo político ante el gran fracaso electoral que se veía venir, pues el Sol Azteca no habría ganado ni una elección en 2010. Al menos, con los triunfos alcanzados en coalición, tuvo algo que presumir.

La presión en contra de la consulta sobre las alianzas para la elección en el Estado de México es fuerte, y está profundizando las diferencias internas que existen dentro del PRD. Porque lo que está en juego va más allá de la coyuntura electoral mexiquense. Se trata de definir una estrategia que tiene que ver con la elección del 2012, en la que se deje abierta la rendija para una eventual coalición PAN-PRD. Una alianza así desajustaría los planes electorales de Andrés Manuel López Obrador, y es por esto que él ya pintó su raya, solicitando “licencia como militante” a su partido, que no ruptura, para poder continuar con su estrategia, una vez expresado su rechazo a estas alianzas, y dejando que sus partidarios (G-8) las combatan dentro del PRD.
Ante semejante panorama, no se ve cómo le hará el PRD para seguir con su coalición sin que ocurra una colisión de pronóstico reservado.

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